Todos llevamos dentro el niño que fuimos. Cuidar al niño interior es de vital importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima. Casi todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y, si no las solucionamos en su momento, el niño interior estará dañado. Ahora podemos intentar comprender lo que le pasa para sanarlo.
Cuando sientas una emoción negativa, pregúntate por qué te sientes así y trata de comprenderte. De buscar la manera de mejorar esas negatividades. Deja fluir tu tristeza, tu miedo, tu ira…; porque son emociones necesarias para nuestro organismo. Con ellas y a través de ellas también expresamos lo que le pasa y ha pasado a ese niño interior.
EXPERIENCIAS INFANTILES
Todas esas experiencias quedaron grabadas en el alma porque nosotros somos la extensión de nuestros padres, así como ellos de sus padres. Esto quiere decir que las memorias que creamos, fruto de la crianza que tuvimos, quedan en nosotros y cuando es nuestro momento de ser padres se las transmitimos a nuestros hijos.
Dentro de las experiencias que nos marcaron en nuestra infancia se pueden evidenciar muchas, por ejemplo:
- El primer día de colegio en el que me sentí abandonado porque mis padres no me explicaron nada; solo me dejaron en un sitio desconocido en el que me sentí solo, amenazado y con miedo.
- Las experiencias en las que mi padre, al verme jugar, me exigía y reclamaba porque no era responsable; me decía que sólo debía estar haciendo tareas y mi espíritu de niño no lo comprendía.
- Cuando mis padres me comparaban con mis hermanos porque ellos eran más juiciosos y más responsables o, por el contrario, me exigían más que a ellos.
- Las veces que me sentí sólo y abandonado y deseaba compartir tiempo con mis padres y nunca me lo dedicaban.
- Las veces que hacía cosas y me enjuiciaban mostrándome solo mis defectos para hacerme sentir culpable.
- Todas esas memorias quedaron grabadas en nuestro inconsciente y las cargamos hasta nuestra adultez. Es decir, traemos nuestro niño herido a cuestas; por eso, a veces no comprendemos por qué nos sentimos vacíos, tristes y solos.
EJERCICIO PARA SANAR A NUESTRO NIÑO INTERIOR
Imagina tu etapa de la niñez. ¿Cómo eras con aproximadamente 8 años? Trata de visualizar cómo eras físicamente y, si te cuesta, puedes mirar alguna foto para refrescarte la memoria y captar todos los máximos detalles posibles.
Ahora haz un ejercicio de visualización e imaginación. Imagínate a ti mismo de pequeño, en tu habitación solo, ¿qué hacías cuando estabas en tu cuarto a solas? Imagina aquella etapa de la niñez, ve al pasado y recuerda cada detalle. Qué muebles había en tu cuarto, de qué colores, a qué jugabas, etc. Cuantos más detalles reales instales en la imaginación, mayor efecto tendrá el ejercicio.
Ahora imagínate a ti mismo como eres ahora. Imagina que estás entrando a la habitación que tenías cuando eras pequeño. Abres la puerta y ves a un niño cabizbajo, inseguro. Ese niño eres tú cuando eras pequeño. En la habitación estás tú, tal y como eres ahora, acompañado por un niño, que es el de la etapa de tu infancia.
ACARICIA A TU NIÑO INTERIOR
¿Y esto para qué sirve? Para sanarte de las heridas del pasado. Tu persona adulta puede conversar, acariciar al niño que fue, usando la imaginación.
Acércate a ese niño herido, sensible, temeroso y pregúntale qué le pasa. Ahora puedes comprenderle, besarle, abrazarle, darle protección, apoyo, amor… Hazlo, trátate como te hubiera gustado que te trataran en la niñez. Dale cariño y comprensión, abrázalo fuerte y dile que a partir de ahora estará a salvo, que lo cuidarás y aceptarás como se merece.
Juega con él, diviértelo, deja que salga su espontaneidad. Sigue imaginando y visualizando que te llevas a tu niño a donde le apetezca. ¿Dónde deseabas ir cuando eras niño? ¿Qué capricho deseabas y no pudiste tener? ¿Qué afectos te faltaron? ¿Cuáles tuviste?
Ahora tú le puedes darle lo que desee. Cuando ya tu niño interior se sienta motivado y alegre, vuelve a la habitación. Déjalo allí a salvo y despídete de él, diciéndole que cada vez que lo necesite irás a ayudarle, a comprenderle y a darle amor.
LOS EFECTOS DE LA IMAGINACIÓN
Si has llevado a cabo el ejercicio y has puesto en marcha tu imaginación, te darás cuenta de que tus partes más inseguras, crueles y temerosas pueden provenir de tu niño interior. Trata de cuidarlo, quererlo y aceptarlo, Y notarás mejoría emocional, a la vez que tu autoestima quedará reforzada.
Los adultos que tienen hijos pueden volver a divertir a su niño interior cuando juegan con ellos, quién no ha oído aquello de que «al padre le gustan más los videojuegos que al hijo…». En cambio, las personas adultas sin hijos, se reprimen más a la hora de hacer cosas propias de la infancia. Ya no le dan golpes al balón, ni se ríen de cualquier tontería, es como en la edad adulta ya hay que ser correcto y todo lo demás es de inmaduros.
Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que tu niño interior sea espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta también necesita de vez en cuando sacar esa parte divertida.