Una crisis de angustia o ataque de pánico consiste en la aparición repentina, habitualmente en menos de 10 minutos, de una sensación incontrolable de malestar o aprensión intensos, miedo o terror, con frecuencia asociada a una idea de catástrofe inminente (sensación de muerte, de estar volviéndose loco o de estar perdiendo el control), junto con una urgente necesidad de huir de la situación. El episodio se acompaña de diferentes manifestaciones clínicas y suele desaparecer solo, en minutos o, más raramente, en horas.
El trastorno de angustia o trastorno por ataques de pánico consiste en la aparición mantenida en el tiempo de crisis de angustia recurrentes e impredecibles. La frecuencia de los ataques de pánico es variable, desde uno por semana hasta varios episodios en un corto espacio de tiempo seguido de grandes periodos sin ningún tipo de síntoma.
El primer ataque suele producirse fuera de casa y con frecuencia aparece al final de la adolescencia o al inicio de la vida adulta. Frecuentemente el paciente recuerda con precisión el momento de la primera crisis, sin que necesariamente hubiera ninguna situación precipitante clara.
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En muchos sujetos, la aparición del primer ataque se asocia a miedo y ansiedad progresiva a que el ataque repita, y evitan por ello aquellos lugares o situaciones que piensan que pueden desencadenar de nuevo el episodio. En este sentido, la agorafobia, o miedo irracional a sentirse atrapado en lugares de donde no se pueda escapar, es muy frecuente.
Causas de los ataques de pánico
Sus causas se desconocen aunque se ha demostrado un componente genético importante. Parece que está implicada una libración exagerada de catecolaminas (sustancias que favorecen el nerviosismo, el temblor, la taquicardia y la agitación) ante determinados estímulos.
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¿Cuáles son los síntomas del ataque de pánico?
Un ataque de pánico consiste en la aparición de un episodio diferenciado de miedo o angustia que evoluciona en menos de 10 minutos y en el que aparecen de forma brusca 4 o más de los siguientes síntomas:
- Palpitaciones, sacudidas del corazón o aumento de la frecuencia cardiaca.
- Sudoración.
- Temblores o sacudidas.
- Sensación de ahogo o falta de aliento.
- Sensación de atragantamiento.
- Opresión o malestar en el pecho.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o desmayo.
- Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sentirse separado de uno mismo).
- Miedo a perder el control o volverse loco.
- Miedo a morir.
- Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo) en extremidades o alrededor de la boca.
- Escalofríos o sofocos.
Estos síntomas suelen desaparecer tras aproximadamente una hora de evolución.
¿Es hereditario?
El trastorno de angustia es más frecuente en familiares cercanos. Entre un 30 a un 50% de los hermanos gemelos de un paciente con trastorno de angustia tienen también la enfermedad.
¿Cuál es el pronóstico?
El tratamiento suele controlar los episodios. La mayoría de los pacientes tratados consiguen no tener ningún síntoma y muchos de ellos pueden retirar el tratamiento sin que vuelva a aparecer la enfermedad. Desgraciadamente muchas personas con ataques de pánico no acuden al médico y pueden sufrir
alteraciones importantes en su calidad de vida
Tratamiento del ataque de pánico
El objetivo del tratamiento es reducir el número de ataques de angustia y su intensidad.
El tratamiento fundamental de estos pacientes son los antidepresivos, sobre todo los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (fluoxetina, paroxetina, citalopram, etc.). Generalmente se inician a dosis más bajas que las utilizadas para tratar la depresión y se mantienen hasta 2 años después de que hayan desaparecido los ataques. Las benzodiacepinas (ansiolíticos) suelen usarse cuando se diagnostica inicialmente la enfermedad y de forma esporádica posteriormente.
Las intervenciones psicoterapéuticas pueden ayudar al paciente a controlar los síntomas durante los ataques. Son estrategias utilizadas por profesionales para explicar y ayudar a enfrentarse al problema.