Crimen organizado: Narcotráfico contra la democracia ecuatoriana

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Crimen organizado: Narcotráfico contra la democracia ecuatoriana
Crimen organizado: Narcotráfico contra la democracia ecuatoriana

Presidente Noboa enfrenta a grupos criminales transnacionales con capacidad de infiltrarse en instituciones estatales clave

Hasta hace cinco años, Ecuador se destacaba como uno de los países sudamericanos con menor tasa de delincuencia, libre de la violencia de grupos subversivos y sin ser terreno de cultivo de coca. La irrupción del narcotráfico transformó esa percepción, convirtiéndola en la nación más peligrosa del continente.

El incremento de los grupos criminales internacionales está vinculado directamente a las modificaciones en la manera de operar el tráfico de drogas desde los países andinos hacia los Estados Unidos y Europa.

Los inicios

En la década de 1980, los cárteles colombianos de Medellín y Cali controlaban la distribución de drogas. En ese período, Perú y Bolivia producían coca, la cual Colombia convertía en cocaína y distribuía a grupos delictivos mexicanos, quienes la introducían en el primer mundo.

Tras la caída y muerte de Pablo Escobar en 1993, así como la desintegración de los cárteles de Medellín y Cali, los cárteles mexicanos de Guadalajara, Juárez y Sinaloa, este último dirigido por Joaquín Guzmán Loera, también conocido como el Chapo Guzmán, buscaron nuevos socios en la región andina.

En 2016, la desmovilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) condujo a una reconfiguración de los grupos que proporcionaban “seguridad” a cultivadores, procesadores y distribuidores de drogas.

Una gran parte de la guerrilla colombiana había subsistido gracias a la industria del crimen, participando en secuestros, extorsiones y asociaciones con traficantes de drogas. Sin embargo, un sector significativo de las FARC optó por no desmovilizarse y continuó utilizando sus armas, no para luchar por una supuesta “nueva sociedad”, sino para ofrecer exclusivamente seguridad a los cárteles mexicanos.

La evolución

Simultáneamente, se observaban transformaciones en el tráfico de estupefacientes en los países andinos. Según informa la página especializada Insight Crime, la producción de coca y cocaína en Colombia aumentó de 400 toneladas métricas en 2010 a 200,000 toneladas métricas en 2022.

La intensificación de las operaciones policiales dificultó el tránsito terrestre por América Central, lo que elevó la relevancia de la ruta marítima a través del Océano Pacífico.

Asimismo, los patrones de consumo de drogas generaron una creciente demanda a nivel global. El costo de un kilo de cocaína es de 1,600 dólares en Colombia, 25,000 dólares en Estados Unidos y 35,000 dólares en Europa. Este fenómeno atrajo la atención de nuevas mafias extranjeras, como los albaneses, serbios e italianos.

En este contexto, el puerto de Guayaquil se convirtió en un punto estratégico para el envío de drogas. Según InSight Crime, de las diez mayores incautaciones de drogas, cinco estaban destinadas a Europa. Además, el país vecino ofrecía otras “ventajas” para este negocio ilícito.

El primero de estos factores es la proximidad geográfica. El envío de drogas desde Guayaquil reducía distancias y evitaba puntos de control hacia México. En segundo lugar, el uso del dólar en Ecuador, si bien contribuyó a la estabilidad económica, también facilitó la compra y venta de estupefacientes. Además, las políticas estatales no dieron prioridad a los mecanismos para el “lavado de dinero sucio”.

Sin embargo, lo más crucial es la capacidad significativa para corromper las instituciones. Como evidenció el caso Metástasis, el crimen organizado había infiltrado el sistema de justicia. Específicamente, se detuvo a 31 personas vinculadas a la Fiscalía, Defensoría Pública y también en las altas esferas de la Policía Nacional. El embajador estadounidense en Ecuador, Michael Fitzpatrick, mencionó la presencia de ‘narcogenerales’ en la policía ecuatoriana.

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Atomización

Las FARC, que anteriormente proporcionaban seguridad para más de la mitad de la producción, elaboración y distribución de cocaína hacia México, se desmovilizaron. Sin embargo, los disidentes asumieron rápidamente esas funciones junto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que controla 19 de los 20 pasos informales entre Venezuela y Colombia.

El principal grupo de traficantes era Los Choneros (ver recuadro), pero rápidamente surgieron al menos una veintena de grupos que disputaban el control de los embarcaderos en el puerto de Guayaquil. Con las detenciones, los enfrentamientos por el dominio del mercado se trasladaron a las cárceles, resultando en la muerte de más de 500 personas asesinadas en luchas entre pandillas en los últimos tres años.

Este es un problema que no solo afecta a Ecuador, sino también a toda la región. Por lo tanto, se necesita una respuesta permanente y coordinada entre las fuerzas policiales y militares, trascendiendo las fronteras nacionales. Es esencial homologar los delitos y compartir información de manera oportuna para combatir de manera efectiva a los delincuentes, ahora denominados terroristas por el presidente Daniel Noboa.

Es cierto que se necesita una acción policial rápida y efectiva para la captura y juicio de los miembros de las organizaciones criminales. Sin embargo, como se ha demostrado en múltiples ocasiones, más importante que el uso de la fuerza es la aplicación de inteligencia estratégica y operativa.

Hoy en día, es crucial recuperar la soberanía sobre las cárceles, que están dominadas por el poder del narcotráfico. Los proyectos de convertir barcos en prisiones flotantes y construir dos cárceles con los mismos arquitectos del famoso penal de Nayib Bukele son necesarios, pero aún resultan insuficientes.

Las similitudes de las amenazas del crimen organizado a nuestras democracias nos obligan a unirnos y buscar soluciones a nivel supranacional.

Proliferación de grupos criminales

Los grupos criminales en Ecuador han estado históricamente fragmentados y operan como subcontratistas de organizaciones criminales extranjeras, especialmente grupos colombianos y mexicanos, según señala InSight Crime. La organización advierte que en los últimos años, varias bandas carcelarias y de narcotráfico han experimentado un significativo aumento en sofisticación y captación.

Dentro de estas bandas destaca Los Choneros, que es el grupo más grande y sofisticado. Inicialmente, surgió como un brazo armado de un cártel de la droga colombiano sin identificación, que controlaba las rutas marítimas de tráfico desde el Pacífico hacia México y Estados Unidos.

Según InSight Crime, Los Choneros mantienen vínculos con el cártel de Sinaloa en México, realizando el transporte de cocaína para esta organización. Entre sus grupos rivales se encuentran Los Lagartos, Los Lobos, Los Tiguerones, Chone Killers y el Cártel Nueva Generación Ecuador.

Además de estas organizaciones, que han liderado varios motines violentos en cárceles ecuatorianas entre 2022 y 2023, se deben tener en cuenta los grupos asociados con guerrilleros colombianos, como el Frente Oliver Sinisterra, una facción disidente de las FARC, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Cifras

12,000 a 20,000 miembros tendría el grupo Los Choneros, encabezado por Jose Adolfo Macías, ‘Fito’.

8,000 miembros tendrían la banda Lobos, que nació luego de una división de Los Choneros.

7,200 muertes violentas cerraron el trágico balance de Ecuador en el 2023, el país más violento de América Latina.

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