Los hermanos de las garzas y del Sol

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El Rincon Veneco
El Rincon Veneco

Por: Alma Llanera

Hola mis panas, les saluda una venezolana a quien este querido diario del pueblo ha brindado un rincón para encontrarme con todos mis paisanos de alma llanera, nacidos en la ribera del Arauca vibrador, hermanos de la espuma, de las garzas, de las rosas y del Sol.

Hoy nuestra Patria amada vive días negros y esta hermosa y generosa tierra de los Incas nos recibe con los brazos abiertos, como nosotros los recibimos hace 30 años cuando el Perú tuvo también sus días negros.
Aquí en Lima cuando llegué con mi hermanita, lo primero que hicimos fue buscar una chambita vendiendo arepitas en el jirón de la Unión, que hacía mi chamita (niña) porque yo siempre fui gafa (tonta), negada para la cocina.

Para qué, los limeños muy atentos y bondadosos, me compraron casi todas mis arepas en pocas horas, así que me quité lo gafa y me metí con mi hermanita a cocinar más arepitas.
No hay nada perfecto ni bonito al 100% en esta vida, así que con perdón de la poca modestia, soy una chica que jala la vista, pero no sólo de varones respetuosos y enamoradores sino también de ladillas y malandros enfermos que nunca faltan aquí y en la China.

Salvo estos niches (vulgares) que son muy pocos felizmente, mi estancia en Perú ha sido esperanzadora.
Con nuestras primeras ganancias, a mi chamita y a mí se nos antojó un pollo en brasas, que así les decimos en Caracas, por lo que elegimos la pollería más conocida de Lima y descubrimos el famoso pollo a la brasa peruano.

Una delicia de inicio a fin, que mi hermanita sólo dejó los huesitos y el plato más limpio que lavado y yo terminé chupándome todos los dedos mientras me acababa las servilletas para limpiarme la boca que era todo un desastre.

Algunos comensales limeños sonreían al ver con qué gusto comíamos el pollo a la brasa y concluyeron que éramos extranjeras sólo por ella, ya que los peruanos están acostumbrados a ese manjar y lo expresan con la fiesta que son las pollerías en Lima cuando están llenas de familias.

Hasta aquí mis primeras experiencias en este país grande y bello al que mi hermana y yo estamos muy agradecidas, pero también con una nostalgia grande de nuestra tierra por la que rezamos todos los días a Nuestra Señora de Coromoto, para que vuelva la paz entre los venezolanos y porque Perú y su pueblo sigan gozando de esa paz que se la ganaron con mucho guáramo (valor, pujanza).
Nos vemos mis queridos panas, venezolanos y peruanos. Que Dios me los bendiga.