Además de los hombres, las mujeres también eran reclutadas para ser torturadoras en el régimen Nazi que gobernó Alemania entre 1993 y 1045. Ellas eran engañadas con buenas ofertas laborales, pero no sabían que su centro de trabajo sería en los temidos campos de concentración donde murieron millones de personas.
Las engañaban diciendo “se buscan trabajadoras sanas de entre 20 y 40 años para un emplazamiento militar»
Sus típicos anuncios indicaban que “se buscan trabajadoras sanas de entre 20 y 40 años para un emplazamiento militar«. Se les daba buenos salarios y se cubría su alimentación. Además, el alojamiento y la ropa eran gratuito, por lo que prácticamente no tenían que gastar en productos de primera necesidad.
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De la época queda un vacío y extenso perímetro rocoso de 80 kilómetros al norte de Berlín, lugar donde se encontraban los distintos campamentos nazis. Asimismo, solo pudieron conservarse ocho casas del año 1940 aún con sus persianas de madera, balcones y varios accesorios que los adornaban.
En ellas vivían las guardias, algunas con sus hijos, y podían apreciar el hermoso verdor de un bosque y un largo. En la otra cara de la moneda apreciaban las interminables colas de las personas encadenadas con dirección a las mortales cámaras de gas para ser sometidos a una muerte segura y dolorosa.
Tras el holocausto, la zona se convirtió en un atractivo turístico histórico. «Muchos visitantes que vienen al monumento preguntan sobre estas mujeres y sin embargo no hay tantas preguntas sobre los hombres que trabajaron en este campo», revela la directora del museo conmemorativo en Ravensbrück, Andrea Genest.
Cuenta que muchas jóvenes de familias pobres se retiraban de sus escuelas y tomar estas oportunidades laborales porque les daban de todo. «Era más atractivo que trabajar en una fábrica… Sentían que estaban apoyando a la sociedad y haciendo algo contra el enemigo», añade la autoridad.
Eran mujeres guapas, pero perversas
Las fotografías que adornan las viviendas muestran bellas féminas de unos 20 años aproximadamente con peinados de moda mientras disfrutan tomando un café y tomen un pastel en la comodidad del hogar. Se les ve paseando por las plantas y flores, nadie imaginaría que eran perversas a la hora del trabajo.
Se estima que unas 3 500 mujeres eran las que prestaban sus servicios en los campos de concentración. La ciudad de Ravensbrück fue donde empezaron todas y poco a poco llegaron hasta Auschwitz-Birkenau y Bergen-Belsen. Sus vestimentas tenían la insignia de la SS (Escuadras de Protección).
Selma van de Perre (98) pasó un tiempo encerrada como presa política, pero logró escapar. De forma clandestina se infiltró en los Países Bajos cuando el país fue tomado por los nazis y ayudó a escapar a decenas de familias judías, pero lo mismo no pudo hacer con sus propios padres y hermana adolescente.
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«Eran gente horrible… Probablemente les gustaba trabajar allí porque les dio poder. Les dio mucho poder sobre las prisioneras. Algunas prisioneras eran maltratadas. Golpeadas», afirmó la sobreviviente, quien vive en Londres, Inglaterra, y en septiembre de 2020 publicó su libro “My Name Is Selma” (Mi Nombre es Selma).
Solo pudieron procesar a 77 féminas
Las cifras apuntan a que unas 120 mil mujeres de toda Europa fueron encarceladas en Ravensbrück y unas 30 mil de ellas murieron, pero no era el único lugar donde se cometían las torturas. Del total de responsables de los crueles actos, solo 77 lograron ser procesadas y pocas tuvieron condenas.
«¿Cometí un error? No. El error fue que era un campo de concentración, pero tenía que ir a él, de lo contrario me habrían metido en él. Ese fue el error», aseveró Herta Bothe, una de las encarceladas. Muchas otras también utilizaban las mismas excusas, pero por lo general no les creían.
Por otro lado, los registros demuestran que las reclutadas podían dar un paso atrás al conocer lo que iban a realizar. A ellas se les permitió retirarse sin sufrir ningún tipo de represalias. «Creo que eran mujeres comunes que hacían cosas diabólicas. Puede suceder aquí si estuviera permitido», narra van de Perre.