Extorsiones en la frontera, carteles mexicanos aprovechan cita migratoria para secuestrar a familias.
Cuando Laura y su familia llegaron a Nuevo Laredo con la ilusión de cruzar legalmente a EE.UU., jamás imaginaron el oscuro giro que tomaría su viaje. Vestidos de policía y de paisano, hombres los abordaron al salir del avión, grabándolos con sus teléfonos. Tenían su cita migratoria impresa, pero esa seguridad se desvaneció en una emboscada.
Conductores de taxi se negaron a llevarlos por ser extranjeros, llevándolos a optar por un servicio de Didi. En un semáforo, una pareja joven los interceptó, revelando la cruel realidad: eran del Cartel de los Zetas. La pregunta “¿De dónde son?” develó su acento venezolano, desencadenando una pesadilla.
El secuestro fue inminente. En una casa deplorable, el cartel exigía 20,000 pesos por persona, aprovechando la cita migratoria como herramienta de extorsión. Laura y su familia fueron despojados de esperanzas y sueños mientras enfrentaban la amenaza de perder la cita en EE.UU. por no pagar el rescate.
Durante el calvario, el miedo y la incertidumbre se apoderaron de ellos. Las transferencias de parientes en EE.UU. llegaron tarde, y la familia venezolana, junto con otros migrantes, fue liberada con la amarga sensación de una oportunidad perdida. La cita migratoria, una vía legítima, se convirtió en cebo para el crimen organizado.
El Cartel de los Zetas, conocido por su brutalidad, añadió una nueva táctica a su repertorio, explotando la vulnerabilidad de aquellos que buscan un futuro mejor. Mientras Laura y su esposo buscan desesperadamente otra cita, la sombra de Nuevo Laredo persiste. La frontera, ya complicada, se tiñe de peligro y desafíos inesperados para quienes buscan una vida más allá.
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