Aplicaron la eutanasia al “pistolero de Tarragona” en España

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Marin Eugen Sabau, el ‘pistolero de Tarragona’
Marin Eugen Sabau, el ‘pistolero de Tarragona’

Marin Eugen Sabau, el ‘pistolero de Tarragona’, ha muerto el lunes en el Hospital Penitenciario de Terrassa (Barcelona). Le han aplicado la eutanasia. Los médicos le han administrado primero un sedante y luego un cóctel de fármacos que ha paralizado su corazón. Estaba rodeado de familiares y amigos.

El sujeto era un vigilante que hirió a cuatro personas y no se arrepintió ni fue juzgado

Se ha cumplido la voluntad de este vigilante de seguridad que el 14 de diciembre de 2021 hirió a cuatro personas de gravedad, se fugó y horas después quedó parapléjico tras recibir un disparo de los Mossos d’Esquadra (policía autonómica de Cataluña). Ha muerto antes de sentarse en el banquillo, antes de que pudiera celebrarse el juicio que podía haberle supuesto una larga condena entre rejas y sin mostrar arrepentimiento.

Aquel 14 de diciembre, Marin Eugen Sabau, de 46 años, asaltó la sede de Securitas Direct, su antigua empresa, ubicada en el centro de Tarragona. Disparó contra tres ex compañeros y se dio a la fuga. En su huida, se topó con un control policial, se detuvo, se bajó del coche, disparó a una agente y prosiguió su escapada.

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ARMADO Y PROTEGIDO

Sabau se refugió en una masía (casa de campo) en las proximidades de Reus. Allí, parapetado, armado y protegido por un chaleco antibalas, fue acorralado. La versión oficial dice que se negó a hablar. Agentes del Grupo Especial de Intervención (GEI), la unidad de élite de la policía catalana, lo abatieron. Herido de gravedad, fue trasladado por los servicios de emergencia a un centro hospitalario. Le salvaron la vida. La que él mismo pidió que le quitaran.

Tras meses de polémica, enfrentamientos judiciales y sin que se pudiera sentar en el banquillo de los acusados, Marin Eugen Sabau ha recibido una inyección letal. Por voluntad propia. El pistolero de Tarragona, que así se lo conoce desde que sembró de heridos y sangre la sede de Securitas en esta ciudad catalana, pidió que le aplicaran la eutanasia.

Primero recibió una dosis de sedante. El Ministerio de Sanidad, en su Manual de buenas prácticas en eutanasia, explica cómo ha de aplicarse. Recomienda aplicar primero una “premedicación”. En este caso, 5-20 mg de Midazolam por vía intravenosa (IV) en un periodo de 30 segundos. Después, un adyuvante: 40mg de lidocaína (IV).

La administración, para que se impregnen bien las venas, debe durar alrededor de 30 segundos. Después del anestésico, se debe suministrar un fármaco inductor al coma. En este caso, suele ser Propofol (1.000mg). También se puede administrar Tiopental (2.000 mg). Se recomienda, en este caso, una “administración lenta”: de dos minutos y medio hasta cinco minutos.

Finalmente, y tras comprobar que el paciente está en coma profundo, se aplica un bloqueante neuromuscular. En este caso, los medicamentos que indica Sanidad son: atracurio (100mg), cisatracurio (30mg) o rocuronio (150mg). Para estos se sugiere una administración rápida.

Sabau era donante de órganos y sus constantes vitales se han mantenido de forma artificial hasta que ha concluido todo el proceso de extracción, según ha informado Gerard Amigó, abogado del vigilante, y recoge El Periódico de Cataluña. La Audiencia de Tarragona aceptó la petición de Sabau el pasado mes de julio. Los abogados de los heridos recurrieron al Tribunal Constitucional. Querían un juicio.

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LOS DERECHOS

Él tiene derecho a una muerte digna, claro, pero ¿qué pasa con el resarcimiento de las víctimas?”, se preguntaba Mireia Ruiz, abogada de uno de los trabajadores de Securitas heridos, días antes de presentar un recurso de urgencia ante el Tribunal Constitucional para que se paralizara la muerte del vigilante. José Antonio Bitos, abogado del policía autonómico herido, se manifestó en los mismos términos: “No se ha tenido en cuenta el sufrimiento de las víctimas ni tampoco su dignidad”.

El Constitucional rechazó hace poco más de una semana el recurso que presentaron los letrados. Y dio la razón a la Audiencia de Tarragona. La Audiencia reconoció en su día que el guardia de seguridad causó “un dolor y un daño físico y moral a las víctimas”, admitió que eran razonables sus deseos de que hubiera una “posible condena penal” al autor del ataque, pero puso por delante de esto los “sufrimientos físicos y psíquicos constantes e insoportables sin posibilidad de alivio” de Sabau.

Los jueces recalcaron, además, que el guardia tenía “un pronóstico de vida limitado” y se encontraba “en un contexto de fragilidad progresiva”. Y concluyeron que prolongar su vida supondría “una intolerable afectación a su dignidad y a su integridad física y moral, inherentes a la persona”.