Megarexia: un peligroso trastorno de la alimentación

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Tener obesidad o sobrepeso y verse sano, fuerte y vital puede esconder un trastorno de la alimentación llamado megarexia. La diferencia entre aceptar nuestro cuerpo tenga la forma y el tamaño que tenga y no asumir la realidad de las cifras que nos devuelve la báscula al pesarnos puede esconder un grave problema con nuestras emociones y nuestra alimentación que pone en riesgo la salud.

Cuando verse delgado y sano se va de las manos y se convierte en un trastorno alimenticio

De la filosofía body positive, que lleva a mantener una autoestima intacta a pesar de tener una talla, peso y proporciones por encima de lo saludable, a ignorar por completo la realidad de nuestra medidas pensando que no estamos gordos sino fuertes y repletos de energía va una palabra de diferencia: megarexia. El término megarexia no es nuevo, de hecho hasta tiene competidor (fatorexia), pero sí poco conocido. Lo acuñó en 1992 el Dr. Jaime Brugos, nutricionista, y se usa para definir un trastorno de la alimentación que, al parecer.

Qué es la megarexia

Aunque no es el más conocido de los trastornos de la alimentación, la megarexia forma parte de este grupo por méritos propios. Como en la anorexia nerviosa la persona que padece megarexia percibe su cuerpo de una forma completamente distinta a la realidad, solo que a diferencia de ésta en vez de verlo gordo cuando en realidad está delgado lo ve delgado cuando en realidad sufre sobrepeso.

Las personas que sufren megarexia no reconocen su verdadero peso y si alguien les insinúa que tiene sobrepeso o que comen de manera inadecuada, no lo aceptan. Esta percepción de sí mismos es muy peligrosa porque hace que no cuiden su alimentación poniendo en peligro su salud a largo plazo.

La megarexia aún no está reconocida como trastorno alimenticio en el DSM V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) y tampoco se suele diagnosticar, ya que son más visibles otros trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia nerviosas, quizá porque nos parecen más peligrosos. Pero lo cierto es que la megarexia puede provocar muchas enfermedades como diabetes, hipertensión, colesterol, anemia, etc, ya que los megaréxicos se alimentan de forma incorrecta, y muchas veces con alimentos precocinados, comida rápida lo que daña su salud”, explica la Dra. María Consuelo Vilasánchez, psicóloga y miembro de Doctoralia.

Cómo se distingue la megarexia del body positive

La población española no está delgada. Según los datos de la Encuesta Nacional de Salud realizada por el Instituto Nacional de Estadística en España el 44% de los hombres y el 30% de las mujeres padecen sobrepeso y el 18% de los hombres y el 16% de las mujeres son obesos. Unas cifras preocupantes para su salud corporal y mental, no olvidemos que la gordofobia y el bullying al sobrepeso existen. Para conservar intacta la autoestima a pesar de las tallas de más poco a poco ha crecido un movimiento que intenta frenar la negatividad social que suelen acompañar a las cifras elevadas en la báscula: el body positive.

Pero aceptarse uno mismo como es (que es lo que promulga en esencia el body positive) y la megarexia no es lo mismo. “La diferencia radica, principalmente, en el grado de reconocimiento del trastorno – explica la psicóloga-. Una persona con pensamiento body positive que acepta su cuerpo tal y como es, en realidad sabe que está obesa o sufre sobrepeso. También es consciente de que con unas pautas de alimentación adecuadas conseguiría un peso adecuado y estar mejor físicamente”.

Por el contrario, una persona con megarexia no acepta que pueda estar obesa o con sobrepeso, todo lo contrario, se ve sana y estupenda y no considera que tenga que hacer ningún cambio en su vida ni en su alimentación. Esa es la gran diferencia entre ambos y la que hace que las personas con megarexia no acudan a pedir ayuda para hacer frente a su trastorno: para ellos todo va genial.

Megarexia: el problema (en realidad) no es la comida ni el peso

Nuestro estómago y nuestras emociones están estrechamente relacionados. Las emociones intensas, como ya sabrán las víctimas del hambre emocional, pueden hacernos devorar o quitarnos el apetito. En el caso de la megarexia sucede lo mismo. La ansiedad, la depresión, la angustia, la desmotivación… estas emociones desagradables pueden intentar calmarse con comida, convirtiendo a los alimentos en una vía de escape que permite no pensar y “tapa” aquello que no sabemos afrontar de la manera adecuada.

En la megarexia se ingieren más calorías de las necesarias y la alimentación se basa en comidas con muchos carbohidratos y pocos nutrientes, una alimentación en general poco saludable y que puede dar lugar a problemas de salud con el tiempo (diabetes, colesterol, hipertensión, etc). Este tipo de alimentación y el hecho de comer de forma exagerada sin “darse cuenta” de lo que está pasando sirve para esconder emociones no resueltas de las que la persona no quiere ser consciente”, explica la psicóloga.

Por eso para resolver un caso de megarexia es necesario un equipo que combine un psicólogo y un dietista-nutricionista. El psicólogo ayudará a trabajar las emociones y sentimientos negativos, además de fortalecer la autoestima de la persona. Por otra parte el nutricionista enseñará a comer de una forma adecuada y saludable, y lo más importante, evitará que se caiga en la tentación de seguir una dieta milagro o terriblemente restrictiva que solo puede conducir al desastre y el efecto yo-yó. El objetivo es que la persona con sobrepeso aprenda a comer de forma adecuada, si se logra ese objetivo la pérdida de peso llegará por sí sola.

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