Fred West nació en 1941 en la pequeña población de Much Marcle, en una familia de granjeros. Fred no iba regularmente al colegio. Lo justo para aprender a leer y a garabatear unas cuantas líneas llenas de faltas de ortografía. Así cumplió 15 años y siempre, al llegar a casa, lo esperaba un padre alcohólico y una vida desordenada, por eso no era raro que Fred, abusase de su hermana pequeña. Tenía 20 años cuando fue procesado por violarla. Él no lo negó. A pesar de que el caso llegó a juicio, fue sobreseído. West había ganado al sistema su primera batalla.
Conozca a la pareja malvada que mató a sus propias hijas
En 1962, Fred se casó con Rena Costello. Rena tenía una niña de un año llamada Charmaine, a la que West adoptó, y pronto el matrimonio tuvo su primera hija, Anne Marie. Vivían en una caravana, y durante unos años anduvieron de aquí para allá. Fue por esa época cuando un tipo alertó a la policía de que Fred West llevaba encima una colección de polaroids de órganos sexuales, pero los agentes contestaron que “eso era asunto del señor West”.
Nadie se acordó de la denuncia cuando, semanas más tarde, un adolescente fue hallado colgado de una viga con un montón de fotos pornográficas bajo sus pies. Lo curioso es que aquel chico había sido visto varias veces por la ciudad en compañía de Fred West.
El primer crimen oficial cometido por West tuvo lugar en 1967. Entonces tenía una aventura con una jovencita llamada Mary Ann, que esperaba un hijo suyo. Fred la mató y enterró sus restos en un prado cerca de Much Marcle. Para entonces, las cosas con Rena ya no iban bien, y la pareja pasaba separada casi todo el tiempo. Y entonces, en 1969, Fred conoció a Rosemary Letts y empezó para él una nueva historia.
Quienes la conocían aseguraban que Rose era “una chica de cuidado”. Tenía 15 años y la experiencia sexual de una prostituta de 50. Fred la encontró perfecta: le encantaba la pornografía, las perversiones, la promiscuidad y no le importaba que la mirasen cuando practicaba sexo. Se casaron enseguida.
MATÓ A MADRE E HIJA
Su primera hija, Heather, nació en 1971, y Fred decidió que Rena y Charmaine se habían convertido en un estorbo. Así que las mató a las dos. Cuando llamaron del colegio de Charmaine diciendo que la niña llevaba una semana sin ir a clase, Fred dijo que su madre y ella se habían mudado. Nadie indago más.
En 1972, los West llevaron a cabo un ensayo general de lo que vendría después: agredieron sexualmente a la niñera de sus hijos, una chica llamada Carol, que fue sometida durante horas a todo tipo de vejaciones.
La muchacha les denunció, pero la policía logró convencerla de que retirase las acusaciones de violación. Tendría que testificar, recordar ante un tribunal todas las cosas que le habían hecho los West. Y nadie creería su versión.
“Eres facilona, ¿verdad, Carol? Muchos chicos de Gloucester estarían dispuestos a declararlo. Ningún juez se va a tragar tu historia. Los West fueron condenados, por dos cargos menores de abuso y lesiones, a pagar una multa de 100 libras. Segunda victoria de Fred West. Y ésta hizo que se creyese invulnerable. La suerte estaba de su parte. La ley estaba de su parte.
ABORRECIBLE ACTO
Anne Marie, su hija mayor, tenía ocho años cuando Fred comenzó a violarla con la ayuda de Rosemary. Los niños (la familia había aumentado con la llegada de Stephen y Mae, y luego nacerían cinco hijos más, tres de la relación de Rose con otros hombres) eran obligados a ver la colección de fotos pornográficas de su padre.
Los pequeños West crecieron pensando que el mundo exterior les era hostil, que sólo estarían seguros dentro de casa. Así no había peligro de que revelasen ninguno de sus secretos, ninguna de las espantosas costumbres de aquella grey demencial.
Para ayudarse a pagar la hipoteca, los West comenzaron a alquilar habitaciones, y la casa se convirtió en refugio de ebrios y delincuentes que entraban y salían del 25 de Cromwell Street. Rose se acostaba con casi todos los inquilinos, cosa que Fred aplaudía.
Los crímenes de los West podían haberse descubierto mucho antes. De las nueve víctimas de la pareja, siete habían pasado en algún momento por la casa de Cromwell Street. Pero la policía no relacionaba al matrimonio con sus desapariciones.
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ASESINARON A SU HIJA
En 1987, Fred asesinó a su hija Heather y enterró sus restos en el sótano con los de sus otras víctimas. La chica empezaba a dar problemas. Era lista, independiente, rebelde. El día menos pensado podría ir a la policía. Así que la mató. Rosemary le ayudó a esconder el cadáver. A los chicos les dijeron que Heather “se había marchado con una lesbiana”, pero los mayores, Stephen y Mae, intuyeron que había algo raro en la súbita desaparición de su hermana.
En 1992, una de las hijas de West confesó a una amiga que su padre la había violado. Y aquella niña tuvo la sensatez que nunca demostraron los adultos: acudió a la policía, que inició una investigación.
En la casa, la policía requisó decenas de vídeos pornográficos que protagonizaba Rose. Y a pesar de todo, dejaron que aquel año Fred volviese para pasar las navidades. Luego, un año más tarde, un juez decidió no llevar adelante el caso. Así que, Fred volvió a la vida normal, fue readmitido en su trabajo y se le devolvió la custodia de sus hijos menores.
Sin embargo, una oficial de policía, la detective Hazel Savage, no las tenía todas consigo. Porque las distintas familias de acogida de los cinco pequeños West habían coincidido al extrañarse de una broma que gastaban a menudo los niños: “Heather está en el sótano”, decían. Savage movió todos los hilos y consiguió una orden para hacer un registro a fondo de la casa de los West. El 24 de febrero de 1994, unos policías armados de picos y palas llegaban a Cromwell Street. Cuatro días más tarde aparecieron unos restos humanos. Para entonces, Fred ya había admitido haber asesinado a su hija. Pero la sorpresa llegaría cuando encontraron tres fémures.
Lo que revolvió los estómagos y las conciencias de los británicos fue la absoluta inoperancia de las autoridades. Durante 20 años, West había estado dejando pistas por el camino, en forma de abusos, de agresiones, de comportamientos sospechosos. Empezaron a conocerse evidencias de que hubo decenas de oportunidades de parar los pies al monstruo.
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En enero de 1995, Fred West se suicidó en la celda de una cárcel de Birmingham donde aguardaba su juicio por 12 asesinatos. Sabía que en todas las cárceles británicas estaban esperando su llegada para ofrecerle una bienvenida especial.
Fred era un cobarde incapaz de enfrentarse a nada, mucho menos a la implacable ley de los presos que señala a violadores y asesinos de niños. Así que se fabricó una cuerda con trozos de sábana y se colgó. Muchos consideraron aquella muerte como la última burla al sistema por parte de West. En cuanto a su esposa, Rosemary, fue condenada a cadena perpetua por nueve asesinatos.