EL RINCÓN VENECO
Por: Alma Llanera
¡Epa mis panas venezolanos y peruanos, qué más! Aquí reencontrándonos en este Rincón Veneco.
Lo que Semana Santa debiera representar reflexión, paz y celebración por la resurrección de Nuestro Señor, en mi país, en Venezuela, es hoy conflicto, rabia, indignación y hambre de prácticamente todo.
Y es que si sale ante la opinión pública un ministro de Educación venezolano como Elías Jaua, a ofrecer declaraciones sobre la situación de escasez en el país, asegurando que se trata de un “tema puntual, que para nada ha afectado la garantía al derecho a la alimentación que tiene el pueblo venezolano”.
En consecuencia, el ministro expresó que “una creciente demanda” y la “posibilidad de adquirir los alimentos” suponen al país la tarea de producir más alimentos.
“Si el pueblo venezolano no comiera, seguramente los anaqueles estarían llenos”, declaró.
Jaua también agradeció a la “revolución bolivariana”.
A su juicio, gracias a ella los venezolanos “tienen el derecho a comer carne, pollo, leche, que no tenían hace 10 y 14 años”.
No es de extrañar entonces que durante la mañana del Domingo de Resurrección, los vecinos de la parroquia de La Candelaria (municipio Libertador, Caracas) hicieron la tradicional quema de Judas para simbolizar a los personajes que han traicionado al pueblo como éste lo hizo con Cristo.
El particular Judas de La Candelaria se caracterizó por tener cuatro cabezas que identificaban a cuatro funcionarios del Gobierno nacional venezolano: Nicolás Maduro, Tibisay Lucena, Néstor Reverol y Érika Faría.
Pasadas las 10:00 de la mañana, los habitantes de la zona se aglomeraron en la esquina Tracabordo de esa zona caraqueña para quemar el Judas de cuatro cabezas que habían fabricado.
Pero, ¿qué es esto? En Perú se critica a los peruanos por tomarse la Semana Santa como una “Semana Tranca”, de no observar recato, ni reflexión ni dedicarse a la oración por el sacrificio del Hijo de Dios, pero en Venezuela ya se rebasaron los bordes de la cordura y la furia de hermano contra hermano es el Vía Crucis de toda una nación.
Insisto en mis ruegos a Nuestra Señora de Coromoto para que de una vez por todas, los gobernantes, la clase política detengan de una vez este coliseo romano de todo un pueblo.