Desequilibrios alimenticios en el adulto mayor

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Los adultos mayores presentan síntomas igual que las personas de menos edad; sin embargo, esto es un problema que los acompaña diariamente. Para definirlo de mejor manera, el desequilibrio alimenticio es cuando una persona tiene una mala alimentación asociada con una preocupación excesiva por su aspecto físico y por el peso que tengan.

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Esto es dañino para cualquier persona a cualquier edad, pero las adultas mayores van a tener más desventajas en la absorción de nutrientes. Si a esto se le suma que está teniendo una baja ingesta o que se estimulan la purga, ya sea que utilicen algún tipo de fármaco o laxante, tendrán mayor problema aún porque todos los órganos dependen de esta ingesta de vitaminas y minerales. Los órganos ya van a estar más sensibles y van a acabando en todos sus sistemas.

FACTORES DE RIESGO

Personas que tienen comportamientos muy rígidos o comportamientos alimentarios muy rígidos, como es común que quienes hayan padecido de anorexia o bulimia vuelvan a padecerlo mucho tiempo después.

También, puede ser que no lo haya presentado antes, pero que siempre estuviera muy enfocada en su peso, haciendo ejercicios de forma extrema, controlando los carbohidratos, haciendo dietas, pero no se ve como una sintomatología grupal que se pueda clasificar como un problema mental.

En adultos mayores, tendremos todo esto y algún disparador muy relacionado con la depresión, algún trastorno o conflicto que, a nivel estresante, desencadene en ellos esta actividad.

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NECESIDADES NUTRICIONALES

Los anteriores problemas y factores conducen a menudo al déficit de algunos nutrientes importantes, por lo que, para evitar la malnutrición, es importante cuidar el aporte de estos en la dieta:

  • Vitamina D: Un aporte insuficiente de esta vitamina puede dar lugar a una anemia en la que los glóbulos rojos sean demasiado grandes e inmaduros, por lo que los mayores deben incluir en su dieta legumbres y verduras verdes, frutas, cereales de desayuno enriquecidos, hígado y levadura de cerveza. Veinte minutos de exposición diaria al sol también son recomendables.
  • Vitamina B12: Los estudios relacionan el déficit de esta vitamina con el deterioro cognitivo, por lo que es fundamental garantizar su presencia. Ésta se obtiene mediante cereales enriquecidos, carnes magras, hígado y pescados y mariscos.
  • Fibra: Alimentos ricos en fibra como pan y cereales integrales, así como abundantes frutas y verduras, para regular el tránsito intestinal.

TIPO DE DIETA

Los mayores de 65 años deben seguir una dieta equilibrada, variada y rica en todos los nutrientes anteriores. También ha de ser moderada, lo que significa que en esta etapa de la vida se debe comer de todo, pero no en grandes cantidades. En concreto, se recomienda una dieta basada en las siguientes claves:

  • Aporte energético: La cantidad de calorías de la dieta debe ser acorde con el ejercicio físico que realiza el mayor y ayudarle a mantener un peso estable y saludable.
  • Proteínas: Deben cubrir los aportes necesarios y contribuir a una buena función renal. El 60% de ellas debe ser de origen animal: pueden consumirse carnes magras dos o tres veces por semana, pescado tres o cuatro veces por semana, y unos tres o cuatro huevos a la semana (cocidos o pasados por agua).
  • Grasas: Deben constituir el 30% de las calorías totales que ingiere el mayor y han de predominar los ácidos grasos monoinsaturados.
  • Minerales y vitaminas: Garantizará cubrir las necesidades de estos nutrientes el consumir dos o tres raciones diarias de lácteos y derivados, dos o tres raciones al día de verduras y hortalizas frescas y dos o tres piezas de fruta.

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CONSEJOS PARA ALIMENTARSE BIEN A PARTIR DE LOS 65 AÑOS

A partir de los 65, los mayores presentan necesidades alimentarias especiales y un mayor riesgo de malnutrición, al que tanto los cuidadores como los propios ancianos pueden hacer frente siguiendo una serie de sencillas recomendaciones como:

Come de todo y a menudo, pero menos cantidad:

Realiza cinco o seis comidas al día, en horarios regulares y no te saltes ninguna. De esta manera, se consiguen digestiones mejores, además de un mejor control de los niveles de azúcar y grasa en la sangre.

Cocina de manera saludable, pero sabrosa:

A esta edad, y como consecuencia de la pérdida del gusto y el olfato, es más importante que nunca cuidar la palatabilidad de la comida. Para que los alimentos resulten más apetecibles, se pueden condimentar con especias, hierbas aromáticas, vinagres, limón, ajo, puerro o cebolla. Pero no abuses de la sal. También puede usarse el vino como ingrediente flambeado al preparar salsas. Entre las técnicas culinarias más apropiadas y sanas se encuentran el horno, el escalfado, el rehogado, el vapor, la plancha o el cocido, evitando las salsas.

Apuesta por la dieta mediterránea:

Es un modelo de dieta muy saludable, que incluye pan, frutas y verduras en abundancia, una frecuente ingesta de legumbres, ciertas cantidades de lácteos y pescado, y un escaso consumo de carne. Además, es preferible que continúes tomando los alimentos que has comido durante toda la vida, aunque con moderación.

Elige bien las grasas:

Evita las frituras, las carnes y los postres grasos. En cambio, cocinar con aceite de oliva resulta muy conveniente, ya que ayuda a controlar el colesterol, a regular el tránsito intestinal y posee propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.

No abuses de los alimentos ya preparado:

Aunque constituyan un recurso culinario cómodo y rápido, limita las comidas precocinadas, fiambres, conservas, salsas comerciales y la bollería industrial por su elevado contenido en grasas, azúcares y sal.

Bebe mucha agua:

Puesto que las personas mayores pueden perder la sensación de sed, deben hacer un esfuerzo mayor por beber agua: dos litros diarios u ocho vasos de agua, aunque también se pueden ingerir caldos, zumos o infusiones digestivas o relajantes. En cambio, no se debe abusar del café, el té y bebidas azucaradas como los refrescos.