La verdad sobre el asesinato de la defensora de los gorilas

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Dian Fossey
Dian Fossey

El 27 de diciembre de 1985, encontraron muerta a Dian Fossey en su cabaña del Centro de Investigación Karisoke, en las montañas Virunga, de Ruanda. Alguien había abierto un boquete en la pared y la había acuchillado brutalmente. Su asistente, Wayne McGuire, reveló que “su cara había sido cortada por la mitad con un machete”.

Se había convertido en pieza incómoda para los traficantes de oro

Por entonces, Fossey tenía 53 años, llevaba 18 en África estudiando a los gorilas y era relativamente famosa, no tanto como lo sería tras su muerte, cuando Sigourney Weaver la interpretó en Gorilas en la niebla (1988) pero sí reconocida como la mujer de una de las portadas más famosas de National Geographic y señalada como la mujer que cambió la imagen de los gorilas en la imaginación popular, de monstruosos King Kong a seres dolientes, primos hermanos de los humanos.

El canal National Geographic acaba de estrenar en España Dian Fossey: Mi vida entre gorilas, una serie documental en tres episodios que incluye fragmentos del diario personal de la primatóloga, leídos por Sigourney Weaver.

La serie funciona como una mezcla de documental de naturaleza, biografía de Fossey e investigación criminal en torno a la muerte de la científica, que 32 años después sigue sin estar clara.

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DESCARTADO EL ROBO

Descartada la hipótesis del robo, las autoridades de Ruanda procedieron a arrestar a todos los trabajadores del centro Karisoke, incluido un rastreador, Emmanuel Rwelanka, al que Fossey había despedido y que se suicidó en la cárcel.

Semanas antes de morir había enviado una carta, que nunca llegó a destino, acusando a las autoridades de Ruanda de tráfico de oro. Aunque sus principales rivales eran los cazadores furtivos de primates (que hacían, por ejemplo, ceniceros con las manos de los gorilas), con los que Fossey mantenía una guerra sin cuartel.

La científica capturó y ató a varios de ellos, les restregó excrementos de gorila y les pinchó los testículos con ortigas. Llegó incluso a secuestrar durante unas horas al hijo de un cazador furtivo.

Todo eso sucedió después de 1977, el año en el que murió Digit, el gorila con el que Fossey mantenía una relación especial. Se cree que Digit luchó contra los cazadores furtivos y se sacrificó para salvar al resto de su manada.

CAYÓ MUY PROFUNDO

Finalmente, le capturaron, decapitaron y cortaron las manos. Fossey, que montó una fundación en su nombre, nunca llegó a superar aquel golpe y pasó parte de sus últimos años alcoholizada, encerrada en su cabaña en un estado cercano a la psicosis y murmurando maldades contra la humanidad en general y la población africana en particular.

En el documental también se habla más abiertamente que nunca de la otra relación que le marcó y que también acabó mal, esta vez con un humano, el fotógrafo Bob Campbell.

El reportero de National Geographic, autor de las fotos y los vídeos míticos en los que se ve a Fossey interactuar con los gorilas (y principal bruñidor de su leyenda) y la primatóloga mantuvieron un intenso romance y pasaron mucho tiempo solos en las montañas de Ruanda.

En la serie se leen fragmentos del diario de Fossey sobre Campbell en los que parece claro que ella esperaba que él, que estaba casado, se quedase a su lado.

Pero el fotógrafo regresó a Estados Unidos con su esposa. “Siento lástima por él porque no se atreve a hacer lo que quiere”, escribió ella.

En realidad, vivió su abandono como una traición y confirmó sus sospechas de que los primates superaban a los humanos en dignidad y honradez.

Al final, el retrato que emerge de la científica en la serie es más interesante y tridimensional que el de la santa laica conservacionista que aparecía en Gorilas en la niebla o la peligrosa misántropa obsesiva y racista que pintó uno de sus biógrafos Harold P.T. Hayes en el libro The Dark Romance of Dian Fossey (1990), una vida compleja y fascinante con un final cruel.

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RESUMEN

Su muerte, a machetazos, fue atribuida al jefe de los cazadores furtivos de gorilas contra los que luchó. En un principio se señaló a los furtivos, pero posteriormente fue acusado Wayne McGuire, un joven estudiante que se encontraba bajo la asesoría de Fossey y al que se le acusó de ‘celos profesionales’.

McGuire huyó a Estados Unidos poco antes de que un tribunal ruandés le acusase del crimen y le condenase a morir fusilado en cuanto pisara territorio ruandés. Hoy en día, sin embargo, la teoría más extendida es la del asesinato a manos de los furtivos con el apoyo de las autoridades ruandesas.

Fossey fue encontrada muerta en el dormitorio de su cabaña en las montañas de Virunga (Ruanda) el 26 de diciembre de 1985. La última entrada en su diario decía:7

Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado, y se concentra más en la conservación para el futuro.

El cráneo de Fossey había sido dividido por un panga (machete), una herramienta ampliamente utilizada por los cazadores furtivos, que había confiscado a un cazador furtivo en años anteriores y colgado como decoración en la pared de su sala de estar junto a su dormitorio. Su cadáver fue encontrado junto a la cama, con su pistola a su lado.

Fue enterrada en Karisoke, en un cementerio que ella misma había construido para gorilas asesinados por los cazadores furtivos. Los servicios conmemorativos se llevaron a cabo también en Nueva York, Washington y California.

El testamento de Fossey establecía que todo su dinero (incluidas las ganancias de la película de Gorilas en la niebla) debería ser destinado a la Fundación Digit para financiar las patrullas contra la caza furtiva. Sin embargo, su madre, Kitty Price, impugnó el testamento y ganó.