De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, percibido de forma personal que está relacionado con factores biológicos, psicológicos y sociales. Cuando esta experiencia se prolonga por más de tres meses es denominado dolor crónica. Claudia Becerra, médica internista del Hospital Central de la Fuerza Aérea, comenta que, debido a esta complejidad, el dolor crónico puede ser experimentado de manera muy distinta por hombres y mujeres.
“En el caso de las mujeres, y debido a que suelen experimentar episodios de mayor sensibilidad al dolor, se tiende a normalizar y aceptar socialmente que vivan con él. Esto ocasiona que, cuando presenten dolor crónico, intenten resolverlo por su cuenta y demoren en pedir ayuda médica”, indica la especialista.
De hecho, según el Instituto Nacional de Estadísticas, en Perú el 42% de las mujeres que no asistió a consulta médica por algún problema de salud, lo hizo por no considerarlo necesario y solo el 35% del total de mujeres con algún problema crónico de salud acude al médico.
Además, la Dra. Becerra explica que existen enfermedades que pueden desencadenar el dolor crónico con mayor incidencia en el género femenino o propias del mismo, como es el caso del dolor lumbar, con tendencia a incrementar tras pasar la edad de la menopausia cuando experimentan degeneración de los discos lumbares; la fibromialgia, un trastorno caracterizado por dolor generalizado de músculos y huesos que afecta en mayor medida a las mujeres; y la endometriosis, un trastorno doloroso que afecta los ovarios, las trompas de Falopio y el tejido que recubre la pelvis.
Por otra parte, de acuerdo con un estudio sobre abordaje del dolor crónico según el género, realizado en España, existen sesgos de género en la utilización hospitalaria, en la aplicación de procesos terapéuticos y en la prescripción y consumo de fármacos. Ello, finalmente, se traduce en las experiencias negativas de mujeres cuyo dolor ha sido subestimado. Como ocurre en Estados Unidos, donde se conoce que el 45% de mujeres aseguró que no sentían que su médico tomaba en serio su dolor. “Si bien no existen estudios al respecto en nuestro país, muchas peruanas han experimentado una situación similar”, agrega la doctora Becerra.
Asimismo, la especialista señala que una de las principales barreras de acceso a diagnóstico y tratamiento con las que se encuentran las pacientes es la falta de especialistas en dolor, pues “se requiere de mayor capacitación de los profesionales de la salud para que se aborde propiamente la enfermedad e incluso las particularidades de cada género”.
Para mejorar esta situación, resalta la necesidad de incluir la formación en dolor desde el pregrado y así garantizar un tratamiento oportuno desde el primer nivel de atención, ya que, como menciona, “hoy en día, pese a que existen fármacos innovadores y efectivos, estos no se prescriben porque los especialistas desconocen cómo indicarlos”.
Por último, la doctora Becerra recalca que las pacientes poseen el derecho de cambiar de profesional de la salud o de pedir que se le derive a otra especialidad para tratar su dolor. “Si una no se siente cómoda con el tratamiento y se lo expresa al médico y no ve solución, debe ser posible considerar otra alternativa. No se puede normalizar el dolor, sino que se debe buscar la manera de mejorar la calidad de vida”, concluye.