Durante varias horas, una de las chimeneas del edificio parisino no paraba de desprender una negra humareda de olor nauseabundo. Los vecinos, extrañados, avisaron a la Policía para que comprobasen a qué se debía.
Asesinó a muchos judíos haciéndolos creer que los ayudaría con sus enfermedades
Cuando los agentes revisaron el inmueble y accedieron al sótano localizaron la “sala de los horrores” con un horno crematorio, sin embargo, el dueño de aquel cuarto, el doctor Marcel Petiot, afirmó ser jefe de la Resistencia francesa en plena Segunda Guerra Mundial y que sus víctimas pertenecían a la Gestapo.

QUIÉN ERA EL DOCTOR SATÁN
Marcel André Henri Félix Petiot, su verdadero nombre, nació el 17 de enero de 1897 en Auxerre, al sur de París, y ya desde su más tierna infancia desarrolló comportamientos sexuales impropios de su edad: propuestas de relaciones íntimas a otros compañeros de clase con apenas diez años o intercambio de fotografías lascivas.
Marcel estudiaba medicina gracias a un programa para veteranos de guerra. Un año después se licenció en Medicina por la Facultad de París y empezó a ejercer en Villeneuve-sur-Yonne.
En esta localidad, Marcel se convirtió en una figura relevante con más sombras que luces. En 1926 fue elegido alcalde, aunque suspendido de su cargo por fraude y malversación de fondos.
Sus prácticas médicas también estuvieron en entredicho: suministraba toda clase de opiáceos y opioides y practicaba abortos ilegales.
Con la ayuda de tres cómplices (Raoul, Edmond y René-Gustave), el médico captó a numerosos clientes que según entraban por la puerta terminaban diseccionados.
Cada víctima asesinada en la consulta de Petiot lo hizo engañada, estafada y “vacunada”. Para esto último, el doctor aseguraba que la inyección era indispensable para evitar contraer cualquier enfermedad del país latinoamericano.
CONDENA A MUERTE
Nadie se resistió y aquello supuso su condena a muerte. Familias enteras, peleteros de renombre, judíos adinerados, toxicómanos ,etc.
Después de inyectarles cianuro, los encerraba en una sala, esperaba a que muriesen y, una vez muertos, robaba todas sus pertenencias y lanzaba sus cuerpos al río Sena.
En cuanto empezó a acumular demasiados cadáveres decidió optar por sumergirlos en cal viva e incinerarlos.
Durante los siguientes ocho meses, el médico fue torturado e interrogado en la cárcel de Fresnes sin que este delatase a nadie de su supuesto grupo.
Cuando los agentes se personaron y entraron en el sótano, descubrieron una sala con trozos de cuerpos diseccionados, unos dentro de un crematorio, otros en una caldera con carbón y algunos más en un pozo de cal viva.
Tras preguntar a los vecinos y descubrir que Petiot era el dueño de dicha estancia, la gendarmería procedió a interrogarle por su vinculación con aquella sala de tortura.
Poco después y ante las insólitas pruebas recabadas en el sótano de Petiot, se inició una investigación sobre los hechos. El médico los había engañado y se encontraban ante la “sala de los horrores” con veintisiete muertos, setenta y dos maletas y 655 objetos.
Fue aquí cuando descubrieron que las víctimas eran mayoritariamente judías y no alemanas.
Los siguientes siete meses, el asesino estuvo en busca y captura, pero para pasar desapercibido se dejó barba, se puso el sobrenombre de Capitán Valéry y se alistó en las tropas francesas.
Por su parte, las autoridades, conocedoras de su megalomanía, le tendieron una trampa al publicar un artículo en el periódico titulado: “Marcel Petiot, soldado del Reich”.
El médico no se resistió y decidió enviar una carta al periódico donde negaba que fuese un traidor. Por el poco tiempo transcurrido en recibir la misiva, la Policía sabía que aún estaba en París, así que aumentaron la presencia de los gendarmes hasta que lo detuvieron en una estación de metro el 2 de noviembre de 1944.
El juicio contra Marcel Petiot se inició el 18 de marzo de 1945 en el Tribunal del Sena por el asesinato de 27 personas donde el acusado alegó las diversas hospitalizaciones en clínicas psiquiátricas para eximirse de cualquier responsabilidad.
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Durante su declaración en el estrado, explicó que pertenecía a una red de la Resistencia, encargada de eliminar a miembros de la Gestapo, y que perpetró 19 asesinatos, pero siempre en nombre de Francia.
A las tres semanas, el tribunal lo declaró culpable de veinticuatro de los veintisiete asesinatos y fue condenado a morir en la guillotina.
El médico fue ejecutado el 25 de mayo de 1946 en la prisión parisina de La Santé y, antes de morir, hizo gala de su particular humor negro al decir: “Caballeros, les ruego que no miren. No va a ser bonito”. Justo cuando la hoja seccionó su cuello, Marcel sonrió.
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