Las intensas lluvias que azotaron el sur de Filipinas desencadenaron un trágico deslizamiento de tierra que cobró la vida de al menos diez personas, incluyendo cinco niños.
La fatalidad ocurrió en una remota aldea de montaña cerca de Monkayo, conocida por la minería de oro en la provincia de Davao de Oro. El deslizamiento sepultó una casa donde un grupo se congregaba para rezar, dejando también dos personas heridas y un aldeano desaparecido.
El jefe regional de la Oficina de Defensa Civil del Gobierno, Ednar Dayanghirang, confirmó la tragedia, destacando la necesidad de evacuar a los residentes de zonas cercanas ante el riesgo de más deslizamientos debido a las lluvias intermitentes. El alcalde de Monkayo, Manuel Zamora, subrayó la importancia de la precaución, indicando que más de 36.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en Davao de Oro y otras tres provincias debido a las intensas lluvias e inundaciones.
El fenómeno meteorológico que desencadenó estas lluvias, resultado del encuentro entre masas de aire cálido y frío, afectó a la región, recordando la vulnerabilidad de Filipinas a eventos climáticos extremos. Este trágico incidente resalta la importancia de la preparación y respuesta ante desastres naturales en una nación propensa a tormentas y tifones.
Las cifras de personas desplazadas y las consecuencias de este deslizamiento ponen de relieve la necesidad de medidas preventivas y sistemas de alerta temprana. La Oficina de Defensa Civil reporta más de 36.000 desplazados en varias provincias afectadas, mientras las lluvias comienzan a disminuir en algunas zonas este viernes.
Recuerdos devastadores
El recuerdo del tifón Haiyán en 2013, que dejó una devastación masiva en Filipinas, resuena ante la vulnerabilidad continua del país a eventos climáticos extremos. La solidaridad y la acción coordinada se vuelven esenciales para enfrentar los desafíos inmediatos y trabajar en la construcción de una resiliencia sostenible ante futuros eventos climáticos en la región
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