Una invitación a imitar su comportamiento y renovar nuestro compromiso
Si siempre leemos o escuchamos con atención las últimas palabras pronunciadas por alguien que ha sido condenado a muerte, ¿no deberían resultarnos especialmente significativas, como cristianos, las últimas palabras pronunciadas por Jesús, muerto por nosotros a pesar de su inocencia? Sus últimas frases pronunciadas desde la cátedra de la cruz, además de recoger lo más granado de su doctrina, lo más rico de su experiencia y lo más importante de su testamento, nos invitan a imitar su comportamiento y a actualizar nuestro compromiso, para que su proceso y asesinato no se siga repitiendo hoy en tantos justos que continúan siendo injustamente ajusticiados.
“La siete palabras que Nuestro Señor pronunció desde la cruz no fueron respuestas específicas a específicas preguntas, mas revelaron lecciones aplicables a cada interrogación
Pues bien, deberían resultarnos significativas las últimas palabras de Jesús, un condenado a muerte a pesar de su inocencia. Aquellas siete palabras, pronunciadas desde la cátedra de la cruz, son su definitiva lección magistral. En ellas se decía a sí mismo, se explicaba a sí mismo, recogía lo más granado de su doctrina, lo más rico de su experiencia y lo más importante de su testamento.
1. Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
2. Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”. Pero el otro le respondió diciendo: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, este nada malo ha hecho”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).
3.Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 26-27).
4.Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: “¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?”, esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”. Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: “A Elías llama este”. Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: “Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle” (Mt 27, 46-49; Mc 15, 34-37).
5.Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: “Tengo sed” (Jn 19, 28).
6.Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está consumado” (Jn 19, 30).
7.Jesús, dando un fuerte grito, dijo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró (Lc 23, 46).