Las extorsiones y el sicariato son el pan de cada día en todo el Perú, sobre todo en Lima y Callao.
Las inexistentes acciones del Gobierno por erradicar la criminalidad y reducir la violencia hace creer a la población que no es prioridad. En menos de 24 horas, entre la noche del viernes y el sábado, diez personas fueron asesinadas a balazos en distintos distritos. El Estado de Emergencia parece que nunca se instauró. Nada ha cambiado desde que se anunció.
El primer crimen ocurrió la noche del viernes, minutos antes de las 10:00 p.m., cuando un empresario fue atacado a balazos cuando se encontraba dentro de su camioneta en el cruce de la avenida José Toribio Polo con Francisco Alayza y Paz Soldán, en Miraflores.
Delincuentes dispararon en reiteradas ocasiones antes de huir corriendo por una vía cercana y abordar un vehículo que los esperaba a unas cuadras del lugar. En este ataque también fue herido de gravedad el suboficial que labora como escolta del fiscal Rafael Vela.
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El segundo hecho criminal ocurrió antes de las 11:00 de la noche, muy cerca del Mall del Sur, en San Juan de Miraflores. Sicarios a bordo de dos motos asesinaron a un padre y su hijo, ambos dedicados a prestar servicio de colectivo.
En tanto, minutos antes de la medianoche, en Ventanilla, criminales ultimaron a tiros a un humilde mototaxista en la avenida Jamaica, en la zona de Defensores de la Patria. La Policía informó que el asesino se hizo pasar como pasajero para dispararle.
Posteriormente, en Huaycán, dos hombres fueron acribillados por sicarios que entraron al bar donde estaban, ubicado en Las Praderas de Pariachi. La balacera también dejó tres heridos, incluido un policía, que estaba tras los pasos de los hampones.
Un par de horas más tarde, en Ventanilla, dos sujetos de nacionalidad venezolana fueron sorprendidos por delincuentes en moto que les dispararon. Ocurrió en la avenida La Playa, a unos pasos del mercado La Cachina, en el asentamiento humano Los Licenciados.
A media cuadra de donde se produjo el doble homicidio había una caseta de Serenazgo. Los más de 25 casquillos regados en el lugar revelan la crueldad de este ataque durante el Estado de Emergencia.
