El tratamiento de la artrosis se debe realizar de forma escalonada, instaurando inicialmente medidas preventivas y no farmacológicas, añadiendo fármacos con posterioridad y, si no existe respuesta, recurrir a técnicas quirúrgicas.
Las indicaciones para plantearse una posible intervención son el dolor en reposo o nocturno intenso o aquellas situaciones en las que haya una importante dificultad para caminar o realizar las actividades cotidianas del día a día.
En los pacientes de más edad es igualmente importante hacer una valoración global del estado de salud y el riesgo quirúrgico existente antes de ofrecer a un paciente concreto la opción de la cirugía.